Son las ocho treinta de la
mañana; estoy sentado frente a una puerta con el numero 8 seguido de la palabra
“Quimioterapia” ¿Cómo llegue aquí?
¿Qué hago aquí? No sé. Me siento impotente, deseo saber qué pasa adentro,
quiero estar en lugar de la persona que encerraron ahí. No quiero que sufra,
que le hagan daño; quisiera ser mago y salvar la situación
Es una respuesta irracional
¿Cómo puedes estar en algún lugar sin saber por qué? Así es, nada es racional;
por mi mente pasan muchas cosas, palabras, expresiones, consejos, lecturas por
Internet. Parece que todos conocen la cura menos yo; -consigue caldo de
zopilote-, -compra la sangre del escorpión azul-, -cubre de lodo donde está el
mal-, -prepara sábila con miel y licor-, -combina carbonato con limón-; todos
con una experiencia del primo, de un vecino, o de la Internet.
Me siento muy solo; no porque
estoy sentado solo, frente a esta puerta que comienzo a odiar; pero no es nada
nuevo; otras veces he estado así, me acuerdo de mi hija, hace muchos años se
fue, antes de irse, nos miramos mucho; como ella no podía hablar, con mis ojos
y los suyos nos comunicamos, ella me miraba como preguntándome porqué estaba
así sin poderse levantar y yo como mis ojos solo pude decirle lo mucho que la
amaba y no pude hacer más.
Ahora, nuevamente siento esa soledad; son bebidas para solitarios;
los amigos, los familiares, se emocionan y están dispuestos a apoyar en
cualquier cosa el primer día y la primera noche; pero la carrera es larga,
desgastante y lastimoso; el tratamiento es largo y las personas tienen sus
propios problemas que resolver, otros se cansan, y te quedas solo.
Recuerdo cuando el cirujano
dijo: “Esto es un tratamiento largo, quizá 12 meses; serán 6 sesiones de quimioterapia, una mensual, luego la
cirugía, siguen 25 sesiones de radioterapia; así sucesivamente, después
cada año hasta llegar a los cinco”
En la desesperación consulté otros expertos y tratamientos
alternos y uno de ellos quizá el más sobrio: “No te engañes ni te engañen, la quimioterapia no cura, se aplica desde
hace 60 años y no ha curado a nadie; la radioterapia tampoco cura; pero
los dos eliminan las defensas y esto puede provocar la muerte”
La tristeza y la soledad
que siento es por el deseo natural de vivir y desear que a quien amas viva
también, nos aferramos a la vida. ¿porque no? La vida es bella, es un reto
diario, es bueno descubrir nuevas coas en la tierra, no hemos visto todo;
amamos la vida.
Me pongo de pie y me asomo a
la ventana; veo a la gente caminar; los ambulantes ofreciendo atole, café,
volovanes, tortas; a la gente que, como yo, estamos esperando a nuestro
familiar. La vida sigue su curso, nada se detiene, así es y así debe ser. Me
sigo sintiendo solo y triste. Esto no será para siempre.
B. J. Zaragoza