domingo, 27 de enero de 2013

Reflexiones Vida


¡Por favor, Dios mío... Solo dame otra oportunidad!

 Hubiera sido mejor regresarme como de costumbre en el autobús, pero me molestaba el tiempo que siempre tardaba en llegar a casa.

 Recuerdo la mentira que le conté a mi padre para que me prestara su automóvil; y tras muchos ruegos y suplicas, por fin 1o conseguí. Cuando sonó el timbre de las 6 de la tarde, corrí eufórico al estacionamiento a recoger el auto, pensando sólo en que iba a manejarlo a mi libre antojo.

¿Como sucedió el accidente? Eso no importa. Iba corriendo con exceso de velocidad, me sentía libre y gozoso, disfrutando el correr del auto. Lo último que recuerdo es que rebasé a una anciana, pues me desesperó su forma tan lenta de manejar.

 Oí el ruido ensordecedor del choque y sentí un tremendo escalofrío...
Volaron fierros y pedazos de vidrio por todas partes, sentía que mi cuerpo se volteaba al revés y escuché mi propio grito. De repente desperté. Todo estaba muy quieto y un policía estaba parado junto a mí. También vi a un doctor. Cosa rara, no sentía ningún dolor.

 ¡Hey! No me cubran la cabeza con esa sábana. No puedo estar muerto.
Después me metieron a una gaveta. Mis padres tuvieron que identificarme.
Papá envejeció aun más cuando le dijo al encargado del anfiteatro: "Sí...este es mi hijo".

 Lo que más me preocupaba eran ellos, dejarlos solos, yo era su apoyo económico.
Esto no podía estarme pasando, ¡por favor alguien que me despierte! Sáquenme de aquí, no aguanto ver inconsolables a papá y mamá.

 ¡Por favor, no me pongan en la fosa! Te prometo Dios mío, que si me das otra oportunidad seré el más cuidadoso del mundo al manejar. Solo quiero una oportunidad más.

 El mejor proyecto de tu vida es ofrecerle seguridad a tu familia y la tranquilidad de saber que bajo cualquier circunstancia, ¡Tú siempre estarás presente!

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