jueves, 7 de febrero de 2013

¡HISTORIA DE LA BICICLETA!


Tenía yo un amigo a quien traté de convencer varias veces de la necesidad que tenía de tomar una póliza de VIDA.

 Era casado, y tenía una niña de siete años y un niño de cuatro, ganaba buen sueldo, pero como la mayoría de los hombres jóvenes, que esperan vivir mucho y acumular al final en la época del retiro, casi todo lo gastaba y una pequeña parte de sus entradas iba al banco, donde con más frecuencia que lo necesario, sacaba para comprar esto o aquello o meterse en algún negocio, donde lo más corriente era que perdiese.

 No tenía casa propia. Mi amigo no creía en el seguro de vida, y lo creía sinceramente de manera que últimamente yo no le tocaba ese tema.

 Pues bien, mi amigo enfermó gravemente de un día al otro, infarto al corazón, y duró escasamente dos semanas. Las reservas que tenía en el banco, no alcanzaron para pagar las cuentas médicas y aún cuando la compañía en que trabajaba fue generosa en ayudar a la viuda, llegó el día en que el dinero se acabó.

 En esos días fui a visitar a Margarita, su esposa, con quien tenía cierta amistad a través de un amigo, y me encontré en la casa, varios cobradores, que estaban tratando de que le pagaran o abonaran algo a cuenta.

 Recuerdo la escena como si la estuviera viendo, Margarita vestida de negro, parada frente a la mesa pidiendo a los cobradores un plazo para pagar la cuenta, cuando Reyna (la niña de siete años) que escuchaba todo aquello con gran atención, se acercó a la mesa con su bicicleta en la mano, diciéndole a Margarita estas palabras Mamita, vende mi bicicleta para que puedas pagar las deudas de papito. . .”


B. J. Zaragoza

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