En un pequeño pueblo; tan pequeño, que ni aparece en
el mapa; se llevo a cabo un casamiento singular. La novia era conocida por todo
el pueblo, por su castidad; su familia tenida
por honorable y trabajadora. Ella aspiraba como todas las de
su condición, a tener un esposo, hogar propio,
hijos; como es la tradición.
El novio por su parte, era bien conocido por ser irresponsable, solo quería vivir bien, comer
de lo bueno, vestir las mejores ropas, pero sin trabajar. Su filosofía: dormir
mucho, obtener todo sin trabajar. Familiares y amistades de ambos, veían el
fracaso en esta unión, pero por respeto, no decían nada abiertamente y el matrimonio se llevó a cabo.
En estos pueblos existen tradiciones sobre las obligaciones de las
parejas, estas son sencillas: el hombre debe trabajar para traer el sustento a
la casa, debe cuidar y proteger físicamente a esposa e hijos, debe labrar la tierra, sembrar y
cosechar.
La esposa debe atender a su marido, a los hijos,
preparar los alimentos, limpiar la casa, preparar la ropa de todos.
Pues bien; después de haberse llevado a cabo la
ceremonia y la luna de miel, la pareja debió tomar sus
respectivas responsabilidades. El hombre, salía al igual que todos los
campesinos del pueblo, a preparar la tierra para sembrar. Llegaba a la misma
hora que los demás, al anochecer.
Así, llegaba el tiempo en que los labradores traían elotes para la familia, y
posteriormente mazorca, producto de la cosecha de sus respectivas siembras.
Pero el recién casado, no traía nada de
su trabajo y supuesta siembra.
La tierra era muy buena, ya que por las noches bajaba
de las montañas la neblina que humedecía la tierra y la siembra, se podía
sembrar hasta tres veces al año.
Empezaba otro ciclo,
los hombres iban al campo, para preparar la tierra para una nueva
siembra, pero el hombre volvía a lo mismo; es decir, no traía elotes y no
cosechaba nada.
Entonces la mujer dice —Los demás
hombres, ya han traído elotes de sus siembras y tú nunca traes nada, ¿qué pasa
contigo?
Y el marido contesta —es
que me ha ido mal, mi siembra no da frutos, tengo mala suerte.
Así paso el
tiempo, de tal forma que la mujer comía elotes, porque las vecinas le invitaban
y luego para hacer tortillas, compraba el maíz. Su familia, sin reproches,
ayudo en la parte económica; ella aprendió a vivir sin reclamar el proceder del
marido; sabia que al hacerlo se denigraba así misma, debido a la tradición de
la época; donde se debía proteger la imagen del esposo.
Tiempo después; notó cambios muy drásticos en su
marido. Los cambios consistían en que era más respetuoso, trabajador y alegre.
Tenía expresiones de cariño hacía ella,
mucho entusiasmo por el trabajo, iba al monte para recoger leña seca
para preparar los alimentos, se encargaba de traer agua del río, para que ella
no hiciera esfuerzo alguno. Todo esto era totalmente nuevo para ella, quien desde
el matrimonio, ya se había acostumbrado a hacerlo todo.
En una ocasión, el hombre comentó:
- estoy limpiando
tres hectáreas para sembrar, no
desesperes, porque en cuanto haya elotes, te voy a llevar al campo, entonces ya no comerás de lo que te dan las
vecinas, sino que vas a cortar tú misma, los que quieras, porque tu marido va a
cosechar los elotes más grandes y jugosos de la temporada.
Llegado el tiempo, el necesario para que la cosecha se
diera; el hombre le dice muy de mañana,
--- esta vez no voy a llevar lonche, prefiero
que lo lleves personalmente, porque ahora sí, quiero que conozcas nuestra milpa
que he sembrado con mucho gusto, y cortes, como te prometí, los más grandes de
ella, voy a encender una fogata,
para asarlos en el campo
Ella, con mucha emoción, preparó la vianda para su
marido, ya deseaba llegar a la milpa para cortar elotes, que tanto le había
prometido él. Llegó al campo, y efectivamente, vio la milpa bien cuidada, tenía
un verdor oscuro, señal de que se limpió de toda hierba a tiempo, y que se le
dieron los cuidados necesarios.
Contentos los dos, mientras él preparaba con leños secos una fogata,
ella se puso a cortar unos elotes. Se
sentaron a comer, lo que habían preparado.
En esto estaban, cuando de repente un zopilote empezó
a volar muy bajo, pasaba casi tocando el cabello de ambos.
Ella pregunta --
¿Qué sucede con este zopilote? ¿Por qué pasa
volando muy bajo?
Él no contesta,
pero el zopilote sigue volando en círculos, sobre la pareja.
Ella insiste preguntando --¿Qué
significa esto?
Él, no pudiendo quedar más tiempo callado, le
dice:
-
Creo que ha llegado el momento de que sepas
algo, que posiblemente termine con nuestra relación, pero no puedo
seguir callando.
__No creo que haya algo, que me haga
dejarte, antes te pude dejar porque no
trabajabas, pero ahora, sé
que eres muy trabajador y bueno conmigo,
nada hará que te deje.
—Ese zopilote que vuela sobre nosotros,
es tu marido.
Ella, abre más los ojos por la sorpresa, guarda
silencio un rato, luego se repone y
replica,
-¿Por qué esa broma? ¿A qué te refieres con
eso?
___Por desgracia no es una broma, es la verdad. Déjame contarte
la historia completa y luego decides qué hacer.
Cerca de donde estaban sentados, había un árbol grande
y grueso, con grandes ramas. Debajo de ese árbol, había unas matas de maíz
pequeñas y amarillentas, pero amontonadas.
—
¿Ves aquellas matas de maíz todas amarillentas?
—Sí,
las veo
-Pues cuando tu marido llegaba con su
morral lleno de semillas para sembrar, lo botaba debajo de ese árbol.Mientras, los demás hombres, se dedicaban de sol a sol a limpiar el
campo, sembrar y cortar las hierbas,
este llegaba y se acostaba debajo de ese árbol, llegado a las seis de la tarde,
cuando todos los hombres, se regresaban a sus casas, él también se regresaba, como si hubiera
trabajado todo el día. Así, pasaron varias cosechas......,
—Entonces, ¿Quién eres tú?- Interrumpe
ella.
___Soy el zopilote.
___ ¿Cómo?, Por
favor termina, porque creo volverme loca.
___Yo, siendo zopilote, volaba todo el
día por aquí, viendo a tu marido tan flojo, y como tiraba la semilla para no
sembrar. Le reproche y le dije --- ¿Cómo te atreves a tirar el maíz? Es fácil
labrar la tierra, sembrar y luego
cosechar.
—sí claro, tú dices eso, porque eres más
flojo que yo, solo vuelas todo el día,
cuando tienes hambre, vas y comes
cualquier carroña, sin trabajar.
—No es
como dices, porque yo no tengo manos para labrar la tierra, cuando tengo hambre no siempre hay animales
muertos para comer, porque quiero que sepas, que los de mi especie, no tenemos
permitido matar para comer, solo debemos comer animales muertos. Pero si fuera tú, me dedicaría a
trabajar el campo, así, siempre tendría
comida.
___No entiendo cómo dices eso, yo quisiera tener alas para volar
donde yo quiera, ir y ser libre, estoy seguro que sería muy feliz volando. No
tendría que trabajar.
___Piensa bien lo que dices; porque si
insistes; yo sé de una fórmula mágica;
para que un zopilote se convierta en hombre, y el hombre se convierta en
zopilote. Porque sin duda tomaría tu
lugar, que es más agradable, que volar sin rumbo fijo. Pero no quiero hacerte
ninguna maldad, quiero que sepas; para que la fórmula funcione, tienen que
estar de acuerdo el zopilote y el
hombre, para cambiarse de lugar.
__
No tengo que pensarlo, estoy dispuesto a cambiarme contigo.
-Pero cuando me dijo eso, ya eran las
tres de la tarde, el cambio no se podría
llevar a cabo, le dije que se fuera a su casa,
que pensara bien las cosas, que si al día siguiente seguía pensando
igual, que a las doce del día se haría.
-Al día siguiente, estaba
tan ansioso de cambiarse, no se acostó a dormir como siempre lo hacía, estuvo despierto hasta que llego la
hora, desde luego que yo también tenia
curiosidad del resultado de la fórmula,
porque nunca antes me había cambiado con alguien.
-Llegó la hora, le volví a preguntar ___ ¿Estás seguro del
cambio?
—Sí,
pero apúrate, que ya quiero volar.
--Acuéstate sobre la hierba, pega los brazos al costado, junta las piernas y escucha lo que
te diré: te voy a brincar seis veces, ten mucho cuidado, cuando yo brinque
sobre ti, la séptima vez, precisamente cuando esté sobre ti mi sombra, gritaras
¡quiero volar!.
-Él, siguió cuidadosamente mis
instrucciones, después del séptimo brinco sobre él, grito como le dije y
efectivamente, tome su lugar y el tomo el mío. Hubieras escuchado los gritos de
alegría, pasaron horas y horas de risas
de júbilo, porque volaba hacia arriba y hacia abajo, desaparecía y luego
regresaba.
-Mientras tanto, por mi parte
inmediatamente me puse a limpiar el campo, sabía que los demás me adelantaban, por el tiempo, pero no me
detuve, desde ese día me puse a trabajar muy duro, y mira el resultado, la
milpa que ves.
-Ahora que sabes la verdad, ¿Me puedes
decir qué quieres hacer conmigo?
Ella todavía no se reponía de la sorpresa, por todo lo que había escuchado, además tenía
muchas preguntas que hacer,
____oye, y ¿qué pasó después?
—Por
cierto, no te dije que después de tres días de rondar alrededor, volando
como había sido su deseo, volvió conmigo a platicar y a exigirme que
volviéramos a cambiarnos de lugar, es decir que yo fuera nuevamente zopilote.
—Ya me canse de volar, tengo mucha
hambre, no he comido nada, pasé por varios potreros donde había ganado en
putrefacción, pase de lejos porque me
provoca nauseas, después encontré un perro muerto, y lo mismo, el hambre se me
quita, mas adelante, encontré una culebra, parece que un viajero la mato con su
machete, me acerque para tratar de
picar, pero no pude. Pensé bien, ya no quiero volar, mejor voy trabajar la
tierra, tienes mucha razón, apúrate vamos a cambiarnos de nuevo.
____ Lo
que me dices me entristece mucho por ti, no por mí, porque nunca previmos que alguno de los dos
cambiaría de idea, no te conté que esta formula no se puede deshacer. Es decir,
serás siempre Zopilote hasta que te mueras,
yo seré siempre hombre hasta la muerte.
__si tu hablabas siendo zopilote, ¿quiere
decir que él también habla?
____Desde
luego que sí.
___ ¿Por qué
entonces no habla en este momento?
___Solo puede hablar cuando estamos solos, mientras tu
estés presente, no podrá hablar, por eso
vuela muy cerca de nosotros, queriendo decirte,
lo que te acabo de platicar.
La mujer habiendo escuchado todo, recogió algunas piedras y le tiro al zopilote, diciéndole:
-¡Largo de aquí! No te acerques más a
mí, tú escogiste tu destino y nunca pensaste en mí, eres flojo y lo serás toda la vida. Desaparece y no
vuelvas más.
El zopilote
dejó de dar vueltas cerca de la pareja,
se fue volando lejos.
Volviéndose la
mujer al hombre, que ahora era su marido, le dice:
-
Gracias por hacerme feliz, por ser hombre de trabajo y por quererme como me
quieres, no te dejaré, te serviré como tu esposa y te ayudare en todo. Se
abrazaron los dos, y fueron felices.
En el pueblo,
todos supieron y vieron el cambio del flojo, pero nadie supo qué paso......