jueves, 22 de noviembre de 2012

EL HOMBRE Y LA NATURALEZA.


Se dice que cuando las cosas no funcionan como uno quiere o como debe ser, según el común conocimiento de cada quien;  se debe regresar a lo básico, al principio, y así retomar el camino, y en ese proceso, ser llevados donde queremos llegar.

En nuestro tiempo, cuando los políticos se pelean por los principales puestos, no para servir al país o al pueblo, sino para servirse; ver y oír a oficiales religiosos participando activamente por tal o cual partido, para sacar provecho de ellos en el manejo de las masas y el reparto de las riquezas.

Cuando el hombre reza, ora, suplica y ayuna y aún así, siente que no tiene respuesta; tiene que regresar al principio de todo. El principio es la naturaleza. Cuando los hombres se hicieron  dioses con  nombres y rostros; lo hicieron observando a la naturaleza; no podrían explicar las cosas sin que hubiera un ser superior, un creador muy superior al hombre.

Un escritor galardonado por sus letras, se atrevió a decir que sería bueno que desaparecieran los libros sagrados, para que el hombre no estuviera repitiendo lo que ya estaba escrito, y que se dedicara a buscar por su cuenta, el camino personal, en lo que se refiere a la divinidad.

Desde luego, este hombre fue satanizado por la iglesia oficial por blasfemo y ofensivo; nunca se entendió o no se quiso entender lo que el escritor dijo.

Los hombres no buscan nada, porque, por miles de años han estado repitiendo escritos, según algunos, como productos terminados, no se acepta que, como toda actividad humana, incluyendo la adoración y la búsqueda de lo divino, se debe estar en constante accionar; nada es estático, todo está en movimiento.

¿Quieres respuestas? Pregúntate, tú tienes las respuestas; no las has tenido, porque no te has preguntado. ¿No confías mucho en ti? Voltea a la naturaleza; plantas, animales, árboles y niños; ellos tienen la respuesta.

Los animales te hablan, las plantas y los arboles te hablan, pero tú no escuchas. ¿Cómo escuchar? Tendrías que estar loco. ¿Quién dice que esos seres hablan? Tienes razón; eso no se enseña en las peores o mejores escuelas del mundo; eso lo tendrías que aprender por tu cuenta; como todo lo que vale la pena aprender; tendrías que investigar y solo se logra observando y estando atento.

¿Quién no ha escuchado sobre plantas carnívoras? ¿Quién no ha visto películas, algunas muy malas, sobre perros y delfines? Los animales huelen y escuchan el  peligro; las plantas escuchan y sienten el peligro.

Un ser con plumas tan pequeño, como el que aparece en la parte superior, conocido en Latino américa como Tecolotito; sabe avisar que habrá mucho calor mañana, que al rato va a llover; puede hacerlo desde 3 a 24 horas de anticipación.

El problema del humano, se debe a que quiere medirse con los demás seres por igual; las personas se comunican con sonidos, señas, palabras, y ahora, también con letras y signos.

Esto es, que si el ser emplumado no grita” lleva tu paraguas porque habrá lluvia”, o “No lleves suéter porque al rato habrá  mucho calor”; entonces no habla. De ahí la necesidad de la observación, para aprender el lenguaje de la naturaleza.

¿Cuántas cosas nos hemos perdido el no conocer otro lenguaje, sino solo, el del humano? ¿Cuánta sabiduría hemos dejado escapar?

Los animales, las plantas y los arboles adoran a Dios; pero a diferencia del humano, aquí no le ponen nombre, tamaño y rostro; tampoco existe la hipocresía. Todo es adoración con el compás del viento, que se regocija en las ramas y hojas de los arboles mientras estos cantan.

Los animales, las plantas y los arboles adoran a Dios; pero a diferencia del humano, aquí no le ponen nombre, tamaño y rostro; tampoco existe la hipocresía. Todo es adoración con el compás del viento, que se regocija en las ramas y hojas de los arboles mientras estos cantan.


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