Cristóbal llegó al parque deportivo
muy tarde. Como siempre, se detuvo debajo de un árbol, para hacer ejercicio de
calentamiento, acomodarse los zapatos. La mayoría de los que corren ya se habían
retirado.
No tenía muchas ganas de correr,
caminó tranquilamente y dio tres vueltas con paso lento, mientras decidía si
debía trotar o no. Finalmente, comenzó a acelerar el paso, ya cuando controló la respiración, corrió a
mayor velocidad; los pocos compañeros que quedaban se habían marchado. Corrió
solo, el único ruido que se escuchaba eran sus pisadas. No contaba las vueltas,
solo corría; la idea era que, cuando estuviera totalmente agotado dejaría de
correr.
-¿Porqué esa cara de
tristeza?
Cristobal Volvió la mirada por todas partes,
para saber quién le habló
-Yo te hablo, sí, soy el árbol,
quien te habla.
-Ahora sí, me asustaste;
siempre he creído que los árboles y las
plantas entienden el lenguaje humano, pero de eso a que hablen, no estaba
seguro. Déjame sentarme bajo tu sombra, porque si alguien me ve platicando
contigo seguro que dirán que he perdido la razón.
- Para acrecentar tu
asombro, debo decirte que conozco bien a cada uno que viene a correr, excepto a
ti; sé mucho de la gente, porque todos los días los escucho platicar de su
vida, sus planes, sus hijos, sus casas.
-¿Qué sabes de mi?
- De ti nada, porque no hablas
con nadie, tu mirada deja ver muchas frustraciones, te escondes tras el
silencio y solo saludas a señas. Pero por tu semblante puedo concebir que no
estás nada bien y como no pienso ir a ningún lado, tengo todo el tiempo
para escucharte y después, es posible
que te de un consejo.
- Lo que dices es
interesante, siento la urgencia de que alguien me escuche, qué mejor que tú, que no contaras a nadie mis
secretos. Pero de eso a recibir un consejo, es diferente, tú no sabes mucho de
los humanos, no has viajado, no has tratado a ninguna mujer, no eres padre de
familia, nunca has trabajado; no has tenido enemigos ni amigos ¿Cómo podrás
comprender lo que me pasa?
- Entonces escúchame
primero, quizá después desees platicar conmigo. Tengo sesenta años de edad,
estoy aquí antes de que construyeran las casas que ves. Después, determinaron
dejar este espacio que ves para esparcimiento de los humanos. Más de una vez
escuché a algunos decir que yo estorbo para
el paso de una calle y que me debían cortar con el hacha, otros opinaban
que solo me echaran agua caliente en la raíz, otros más que me cortarían unas raíces.
Después de superar estos miedos y sobresaltos crecí y extendí mis ramas. Cada
primavera las aves se esfuerzan en construir sus nidos y así proteger su cría.
Son escándalos de dos meces. Los perros pasan por las mañanas y después de buscar
olores raros en mi raíz me orinan y como
no me puedo mover los soporto. Los niños juegan bajo mi sombra y a veces me hieren con palos y
piedras haciendo sangrar la parte inferior de mi cuerpo. Los desempleados y
algunos vagos pasan muchas horas a mis pies. Solo existiendo, sin hacer nada,
sin hablar, pasivos. Los novios vienen con muchas promesas y arrumacos, se
besan, se abrazan y suspiran prometiéndose un futuro mejor y terminan sangrándome
al pellizcar mi corteza para anotar alguna fecha o algún nombre. De los humanos
que vienen a correr, las mujeres que descansan después de su rutina, se quedan platicando sus intimidades más
profundas; que si las escucharas te ruborizarías; así es mi vida, cada día, cada estación y
cada año.
-Estoy impresionado, no pensé
que un árbol sufriera tanto como un humano, que tuviera tanta experiencia de la
vida.
-Sí, pero a
cambio, he sido muy feliz, son muchas las generaciones de aves que se han ido
volando de mis ramas, al abandonar su nido; he sido testigo de muchas promesas
de amor. Cuando los humanos se protegen de los rayos del sol, bajo mi sombra,
me siento útil e importante, todo mi ser produce oxigeno para que la humanidad
pueda respirar; soy importante, soy feliz.
-Tienes razón;
después de lo que me acabas de enseñar, me daría pena no contarte la razón de
mi tristeza. Me llamo Cristóbal y soy menor que tu, he caminado mucho, Salí de
mi casa de 8 años, he trabajado en muchos oficios, no guardo dinero, lo poco
que gano lo gasto, y si me sobra lo regalo, me gusta la justicia, me gusta la
paz; aunque nunca he visto a Dios, creo ciegamente en El. Hace algún tiempo conocí
una mujer especial, me gusto mucho, le hice la corte, en el proceso, me enamoré de ella de tal
forma que despertaba pensando en ella, me acostaba con su rostro en mi mente y
en mi sueño siempre estaba con ella. Por mi constancia con ella y por haber
desnudado mi corazón ante ella, acepto ser mi novia.
Desde ese momento no consideré mi edad, llené páginas
enteras con su nombre, le mandaba mensajes por teléfono, le escribía cuentos
por el e-mail, la acompañaba a la escuela, comíamos juntos, nos veíamos los
fines de semana, disfrutábamos la playa, viajaba kilómetros solo para verla.
Pero un siete de abril, un lunes, nos vimos muy temprano; la encontré muy
desencantada y antes de poder hacer algo me dijo “todo el fin de semana lo pensé
y creo que no es bueno seguir; platiqué con mis amigos y están de acuerdo
conmigo, que esto no debe seguir, se que te lastimo, dime lo que tú quieras, enójate
conmigo, pero yo aquí termino”
Sentí que el
mundo se caía sobre mí. ¿Enojarme con ella?, ¿Cómo?, si era el ser que amaba más
en este mundo. Dije algunas palabras, pero en mi mente no acepté el rechazo; en
la tarde del mismo día volví a platicar con ella para conocer la razón de su
decisión; si era alguna actitud mía, podría cambiar para darle gusto. Así empezó
un martirio, yo amándola con todo el corazón y ella ignorándome, despreciándome,
ninguneándome. En muchas formas, con palabras, por escrito y con hechos le he
demostrado lo mucho que la amo.
Hoy es jueves
7 de abril, hace exactamente dos años que terminó conmigo. Por mi parte, no ha
disminuido lo que siento por ella. He
aprendido a vivir sin ella; sin su atención; actualmente, esporádicamente
recibo una llamada de ella y para su comodidad tampoco le hablo seguido. Porque
una llamada, un mensaje, un saludo personal de 10 minutos, no es suficiente,
necesito más. Por eso estoy triste, no deseo olvidarla, no quiero expulsarla de
mi corazón, sería como matarla, sigo esperando que el tiempo haga su trabajo.
-Tu historia es
emocionante, solo tengo una desventaja; he amado a las aves como si fueran mías;
he amado a los niños por su inocencia y pureza de corazón, he amado a las
parejas de novios que llegan a mi lado: pero no sé de mujeres; ese amor del que
hablas no lo conozco.
Por lo que te
escuché, creo que sufres mucho, te sientes incomprendido, sientes injusticia,
tú crees, que eres el único que la ama, o que tienes derechos sobre ella. Deja
de martirizarte queriendo saber la razón de su indiferencia; puede ser que
nunca le interesaste y solo quiso pasar un buen momento, o bien si le interesas
pero no desea esclavizarse contigo. Con tu insistencia, solo ha confirmado lo
que ella teme, algo de ti le ha de gustar, pero no todo, por eso se aleja de
ti, te prefiere de lejos.
Si la amas déjala
en paz, que viva; cada vez que le insistes sobre tu amor por ella, la
incomodas. Cuando alguien tiene sed va al pozo y toma agua, si quiere música
coloca el disco en el reproductor y escucha, quien quiere leer un libro, lo
busca y lo lee, quien ama, busca al ser amado.
Ella no te
quiere, nunca te ha querido, menos te ama, quien quiere o ama, se arriesga. No
te necesita, está cubierta en su necesidad afectiva; si te necesitara te
buscara.
Te conoce, sabe
que la amas, sabe dónde encontrarte; déjala en paz. No te hagas daño, no le
hagas daño con tu insistencia.
Da gracias a
Dios por ese sentimiento bello que tienes, en estos días el amor es escaso,
quien tenga sentimientos de amor, debe sentirse completo.
Cuantas veces te busque, sé feliz y atiéndela, pero
no pidas más, no seas egoísta, déjala libre y se libre.
Debes entender
que el amor es vida, no tristeza ni amargura, ¿Por qué sufrir? deberían de
sufrir aquellos que no son capaces de amar; pero amar no es esclavizar, sino
compartir.
Después de esta plática tan
inusual, Cristóbal se levantó, el sol ya
se hacía sentir en la piel, el sudor de su cuerpo se había secado, hasta se
sentía fresco, por fortuna para él, nadie lo vio ni escuchó.
Levantó la mirada, no tenía
pena por lo platicado, en cambio se sentía ligero, sentía un calorcito en el
pecho por el amor que sentía, pero no con la necedad que lo caracteriza, ahora
sabe que puede amar sin molestar, solo para él, no tenía que repetirlo, no
tiene que rogar, es suficiente, es bueno; no es malo lo que siente; es malo el
egoísmo. Siempre creyó que la egoísta era ella; resulta que él era peor,
pretendiendo que lo quisiera a la fuerza y tratando de causar lastima, rayando
con el chantaje. Ella vive, él es feliz por ello; si algún día lo necesita lo
buscará, si no lo hace, no importa; ella es libre, también él, al darle libertad. La vida sigue,
que bueno que la empieza a disfrutar sin incomodar a nadie.
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